Nuestros pecados nos arrastran como el viento: Notas predicación
domingo, 27 de abril de 2025
En toda persona existen dos aspectos extremos o polaridades que marcan la personalidad. Es decir, están los mejores aspectos o virtudes, y también aquellas cosas que pueden ser desagradables, que la mayoría de la gente trata de cambiar, ocultar o disimular.
Hablar de lo bueno o malo en una persona puede resultar, para la mayoría, algo ambiguo, a menos que existan uno o varios hechos claramente señalables. A manera de ejemplo, el ser humano llega a cazar por diversión, y esta práctica ha llevado a la extinción de especies, rompiendo el equilibrio entre ellas. Contamina ríos y destruye bosques para obtener riquezas y placeres temporales. Y cuando ya tiene “suficiente dinero para gastar en diez vidas”, sigue procurando ganar mucho más, sin importar el costo, por el placer de sobresalir. ¿Si alguien reuniera todas las características anteriores, podríamos decir que es una persona mala?
Habrá quien juzgue que esto aún no es suficiente, porque alguien así puede haber cuidado de su familia con amor, y es posible que aún haya otros aspectos desconocidos. Sin embargo, como hemos explicado al inicio, al menos dos aspectos extremos marcan la personalidad de todos los individuos. Entonces, pongámonos a pensar por un momento en aquellos soldados que estuvieron en la crucifixión de Jesús. Conocemos poco o nada de quiénes eran, si tenían mascotas, familia, o a alguien enfermo que cuidar. Lo que conocemos es lo ocurrido en algunos instantes, narrado en la Biblia:
- Dios dándolo todo por compasión hacia el ser humano caído en pecado.
- Los soldados mostrando la insensibilidad cultivada por el pecado.
En tan solo instantes podemos llegar a conocer aspectos profundos de quienes somos. En ocasiones, la vida nos pondrá en situaciones donde tendremos que tomar decisiones muy complicadas. Los soldados de la crucifixión tenían que cumplir un trabajo, y podemos aprender de aquí directamente que no todo trabajo nos conviene. Está muy claro que algunos oficios pueden ser una tentación o maldición para nuestra persona u otros.
Por otra parte, los mismos soldados estaban allí para cuidar el lugar, pero hacían un sorteo para repartirse como un botín las ropas de Jesús, lo cual probablemente era una práctica común entre ellos. Veamos los siguientes versículos:
Mateo 27:35-38 (Traducción en Lenguaje Actual - TLA)
35-38 Los soldados clavaron a Jesús en la cruz, y luego hicieron un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con su ropa. También colocaron un letrero por encima de la cabeza de Jesús, para explicar por qué lo habían clavado en la cruz. El letrero decía: «Éste es Jesús, el Rey de los judíos». Junto con Jesús clavaron también a dos bandidos, y los pusieron uno a su derecha y el otro a su izquierda. Luego, los soldados se sentaron para vigilarlos.
Cuando una persona practica algún pecado de manera constante, sin importar qué tan dañino o enfermo resulte, terminará acostumbrándose y desensibilizándose, pasando a ignorar las implicaciones en su vida personal o el daño que genera a otras personas.
Las distracciones de una vida que busca la comodidad o la vanidad en los bienes materiales nos impiden ver lo que tenemos a corta distancia y que realmente tiene un valor. Tan cerca de Jesús y, al mismo tiempo, tan lejos estaban los soldados. En la Semana Santa, como actualmente conocemos estas fechas, sería adecuado un tiempo de reflexión para los creyentes sobre qué tan lejos estamos de entender el significado de la cruz.
Hay quienes toman estas fechas con un valor únicamente vacacional, ignorando los clavos de Jesús en la cruz, y continúan con sus pecados, practicando distintas formas de maldad. Este periodo se vuelve un tiempo de apariencias religiosas:
- Vas a la iglesia, pero las palabras no mueven nada dentro de ti.
- Señalas los pecados de los demás, pero no ves los tuyos.
- Haces caridad por autosatisfacción y no por agradar a Dios.
Quizá no todo lo que haces sea malo, pero no tienes la salvación que hay en Jesús porque no comprendes el sacrificio en la cruz, sino que has llegado a practicar una religión como si se tratase de una tradición. Por obras no entraremos al Reino de Dios. Veamos el siguiente versículo:
Isaías 64:6 (Traducción en Lenguaje Actual - TLA)
Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.
No importa qué tan cerca estés del altar, si cantas, predicas o barres, todos podemos llegar a estar en la situación de los soldados en la cruz: perdiendo la oportunidad de la salvación por no valorar ni entender lo que está pasando en esa cruz. Tan solo por insistir en nuestros pecados o en nuestra forma de vivir, estamos a tiempo de reaccionar y, por fe, pedirle a Dios que cubra nuestras faltas para poder acceder a la vida eterna.
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