El consuelo que él nos da, notas predicación

domingo, 22 de mayo de 2022


En el transcurso de la vida cada persona experimenta distintos desafíos acompañados de victorias, derrotas, experiencias y sufrimientos. Resulta casi imposible que alguien llegue a comprender los sentimientos que con todo esto nos siguen pero le llamamos empatía. La falta de esta resulta ser una de las quejas más comunes que llegan a los oídos de quienes desempeñamos el oficio de exponer la palabra de Dios.
 
Y es claro que ante ciertas cuestiones son pocos quienes nos pueden acompañar, comprender y aun mucho menos quienes pueden hacer algo por ayudarnos. Están quienes sienten empatía por situaciones como:
 
  • El hambre en distintos países.
  • La falta de trabajo.
  • Enfermedades.
  • La muerte de un ser querido.
 
Quizás esto último es lo más difícil de procesar dentro de la naturaleza humana, por no poderse resolver con pan, palabras o un abrazo. Dentro de los muchos sentimientos que acompañan la pérdida se encuentra la tristeza que puede perdurar por años y que seguro en este punto habrá quienes tengan la empatía de entender de qué estoy hablando.
 
A lo anterior quiero decirle que Jesús puede comprender todo dolor, toda angustia y todo sufrimiento, mientras que nadie más puede ayudarte aun encontrando bonitas palabras de ánimo. Hace algún tiempo Jesús tuvo un amigo llamado Lázaro, alguien que es muy citado en funerales y del cual en realidad poco se sabe. Usted probablemente conoce de qué trata esta historia. Lázaro un día enfermó (Juan 11) y de quien esperaban acudiera a ayudarle inmediatamente no lo hizo.
 
Jesús al escuchar que estaba enfermo simplemente demoró dos días para partir a ayudarle (Juan 11:6). La ayuda de Dios en pocas ocasiones llega a nuestra vida como la imaginamos. La gente dobla sus rodillas en oración pidiendo comida, dinero, casas, autos, salud y un largo sin fin de cosas creyendo que esto es lo que necesitan para estar bien pero con frecuencia conocemos a alguien que obtuvo su más “profundo” deseo de oración y se pierde allí. El primo, tío, vecino que se ganó la lotería y lo malgastó en pocos meses es un ejemplo de ello (Lucas 15:11-32).
 
Veamos el siguiente versículo:
Juan 11:14 La Palabra (BLP)
14 Entonces Jesús se expresó claramente: — Lázaro ha muerto.

 
Previamente en el versículo siete Jesús decide después de dos días acudir a la ayuda de su amigo Lázaro, para ese entonces ya había muerto. En los versículos once y trece encontramos que Jesús lo sabía y en el catorce lo confirma. Lo que podemos aprender de esto no es que fueran malos amigos mas bien que un buen amigo sabrá cuando es el momento correcto para ayudarte.
 
Alguna vez he llegado a escuchar gente que se queja por no recibir la ayuda de Dios que claman pero necesitamos madurar en la fe y comprender que solo Él sabe nuestro futuro y por tanto qué se necesita hacer en nuestro presente. No nos engañemos, Dios siempre hará su voluntad y a nosotros nos corresponde como creación confiar en su albedrío.
 
Entonces nos encontramos en un momento de la lectura a Jesús frente a la tumba de Lázaro (Juan 11:38) sabemos que viene a resusitarlo pero también a través de distintos versículos (Juan 11:33, Juan 11:35, Juan 11:38) llegamos a conocer la empatía que tenía por esta familia. Es decir, lo podemos encontrar con emociones profundas e incluso llorando por la muerte de su amigo. Veamos el siguiente versículo:
 
Juan 11:39 La Palabra (BLP)
39 Jesús les ordenó: — Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le advirtió: — Señor, tiene que oler ya, pues lleva sepultado cuatro días.

 
Ahora ya han pasado cuatro días y la situación física de Lazaro está fuera de todo control. En medio de cada aflicción llegaremos a experimentar un punto del cual nadie puede rescatarnos pero Jesús nos llega a ordenar “quitar la piedra”. Tenemos que estar muy atentos a escuchar realmente cuál es la voluntad de Dios en medio de nuestros problemas. El desafío se encuentra en saber que cuando oramos debe ser con la intención de que se cumpla la voluntad de Dios, que regularmente resulta ser contraria a nuestros deseos (Santiago 4:3, Juan 15:7).
 
Es precisamente aquí donde mucha gente se pierde no comprendiendo el precio que pagó Jesús en la crucificción y hoy en día poniendo “piedra” donde no la hay. Llegando a existir errores en la vida que podemos corregir o asumir las consecuencias y pecados donde necesitamos ser liberados por Jesús nuestro único redentor.
 
Lázaro resucitó (Juan 11:44), un problema menos para él. Pensemos por un momento, si bien no conocemos más detalles de su vida, tenemos que observar la nuestra donde seguirán ocurriendo eventos que están fuera de nuestro control y no hay nadie a quien culpar por no ayudarnos. Solo en Dios verdaderamente podemos confiar que le interesa ayudarnos en el momento oportuno y si aún estás experimentando el dolor profundo de una pérdida entonces permite que sea Él quien traiga alivio.
 
2 Corintios 1:5 Nueva Biblia Viva (NBV)
5 Pues así como sufrimos abundantemente por Cristo, así de grande es el consuelo que él nos da.

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