Mas voy para despertarle, notas predicación.

domingo, 23 de mayo de 2021


A través de la historia de la humanidad, muchos eventos han caído en el olvido. Pero también están los que han resultado dignos de recordar. Y, así mismo, podemos decir de las personas. Cuando salimos a caminar por la ciudad, y si prestamos atención, nos encontraremos con pequeñas y grandes cosas que hacen referencia a querer dejar una “huella” por el paso de esta vida.

Las personas construyen grandes casas y poseen autos lujosos en ocasiones para resaltar quiénes son en vida. Antiguas construcciones y monumentos nos hablan de personas que en el pasado fueron importantes y quizá hicieron algo por  su país. Y ocurre que, al pasar los años, una construcción o escultura puede terminar siendo el recuerdo de una persona o de un hecho memorable.

Una tumba también puede llegar a ser considerada como un monumento. Los familiares del fallecido, dependiendo de sus costumbres, compran urnas y espacios en cementerios con el propósito de tener un lugar donde visitar, recordar y honrar a un ser que en vida les fue importante.

Necesitamos detenernos a pensar en el significado de los sentimientos que podemos desarrollar a través de la amistad. En la iglesia nos llamamos hermanos pero esta palabra se llega a utilizar más bien como un saludo hacia los miembros o incluso con las visitas. Entonces la palabra "hermano" llega a perder su significado. Y, entre más gente participa en la iglesia, más disminuye nuestro círculo de hermandad. Pues está claro que no podemos convivir de igual manera con tres personas que con cien.

En la biblia, en el libro de Juan capítulo 11, nos encontramos a Jesús llorando al visitar una tumba (Juan 11:35). En lo que podemos notar que para él somos importantes.

La tumba que Jesús visitó, era la de su recién fallecido amigo Lázaro. No conocemos muchos datos de la amistad que tenía Jesús con su familia. Pero sabemos que radicaban en Betania, un pueblo a las afueras de Jerusalén, y que Jesús se alojó al menos en tres ocasiones con ellos (Mateo 21:17, Marcos 11:12, Lucas 10:38). Veamos el siguiente versículo:

Juan 11:11 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.


Previo a que Lázaro falleciera, Jesús sabía que su amigo se encontraba enfermo. Aun así, no se apresuró para visitarle y curarle. Algo que es posible aprender de aquí es que no podemos apresurar las bendiciones de Dios. También es posible comprender que hay un orden para las cosas y, que al final, está en la voluntad de Dios el querer como el hacer. Aunque nos resulte doloroso comprender las causas por las que ocurren tragedias en la vida, si profundizamos en el estudio de las escrituras llegaremos a comprender que todo tiene un motivo. Veamos los siguientes versículos:

Juan 11:14-15 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.


En el versículo once Jesús se dispone a ir a donde se encuentra Lázaro a «despertarle». Y, en el versículo quince, dice alegrarse por los discípulos de que se enteren que Lázaro ha muerto. Puede resultar complicado tratar de comprender los planes divinos, pero lo que la familia de Lázaro experimentó como una tragedia, resultaría una lección para los discípulos de Cristo. En esta etapa, ellos aun estaban por aprender la naturaleza divina de Jesús. Para algunas, cosas los discípulos estaban dispuestos a creer y, para otras, la fe no les era aún suficiente.

Cuando pensamos esto en un marco histórico, entonces comprendemos por qué Jesús actuaba con milagros y por qué los discípulos necesitaban experimentarlos. En los años venideros cuando Jesús ya no se encontrara con ellos, solo la fe por lo vivido a su lado y el espíritu santo los mantendrían firmes.

A menudo encontramos a gente decir dar gracias a Dios todos los días “por un día más”. Pero cuando llegan las pruebas de la vida, entonces en su reacción de angustia y desesperanza, “por algún extraño motivo”, no se hacen notar todas esas horas que debieron acumular de oración. Necesitamos aprender a confiar en Dios, aún cuando las cosas no parecen ir de manera favorable para nosotros. Y, recordar los momentos en que el Señor nos ha mostrado su fidelidad, sin añorar las facilidades que hayamos experimentado en el momento. Estar seguros de que Él está en control de la situación y, que sin importar lo mal que aparente estar, el resultado va a ser para nuestro beneficio. ¿Qué pasaría si Jesús de último momento hubiese decidido no resucitar a Lázaro? ¿Qué pasará con nuestra fe si Dios tiene planes distintos a lo que pedimos en oración?

Entonces, regresando a la historia de Lázaro, nos encontramos con Jesús llorando junto a aquellos que sentían una pérdida. El dolor ante la muerte de un conocido puede llegar a ser terrible:
  • El sentimiento de soledad.
  • La sensación de impotencia al no haber podido ayudarlo.
  • El remordimiento de no haber demostrado su amor hacia él.
  • El fin de los planes que se habían construido a su lado.
Pero todas estas cargas deberían ser aun más profundas cuando alguien fallece y nadie les habló del evangelio.

Ahora veamos Jesús sanó a diez leprosos (Lucas 17:11-19), al ciego (Juan 9) y al cojo (Juan 5). Porque él no se puede quedar indiferente ante el dolor humano. Él va a actuar, mas no necesariamente como nosotros lo esperamos. Y aun ante la muerte es él quien tiene la ultima palabra. Veamos los siguientes versículos:

Juan 11:38-39 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.


Tiene que imaginarse esta escena, pues es una situación donde la fe de los amigos de Jesús sería puesta a prueba. Ellos no eran aquellos discípulos que le seguían a todas partes, sin embargo eran creyentes, a los que se les pide «quitar la piedra». Y así son las situaciones de la vida cotidiana las cuales desafían nuestra fe. La incredulidad también «hiede» entre más tiempo pasamos sin reconocer que tenemos muy poco control de lo que ocurre en nuestras vidas y que de Dios depende nuestro destino. Veamos el siguiente versículo:

Juan 11:43 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera!


Hoy en día ante las distintas situaciones nos podemos llegar a quejar tan amargamente y negar a Dios cuando no vemos su respuesta o cuando esta no ocurre de la manera que esperamos. Por ello le terminamos construyendo un monumento a la incredulidad, donde enterramos nuestra amargura y dolor. Pero si usted decide entregarle todas esas emociones y sentimientos a Dios, entonces él estará dispuesto a caminar hacia donde se encuentra usted sumido en oscuridad para sanarlo. ¡Vamos, quitemos esas piedra!

Buscar un tema

Entradas populares

2 Corintios 4:7 (TLA)

Tenemos este tesoro en vasijas de barro para demostrar que este extraordinario poder que obra en nuestra vida no viene de nosotros, sino de Dios.

Redes sociales

Enlace para tu celular