Porque nadie puede, notas de predicación.
domingo, 9 de febrero de 2025
El tema del día de hoy es acerca de la relación personal que cada creyente tiene con Dios y cómo esta influye en sus acciones y comprensión de la fe. Si bien hay palabras que marcan nuestra vida (como el amor que le tenemos a nuestra familia por el que llegamos a sacrificar metas personales con tal de verles mejor), pasar a la acción sin pronunciar palabras pero buscando consecuencias es otra forma de amar. Lo que queremos decir es que algunas personas necesitan hablar y otras hacer lo que sienten. De cualquier manera, no siempre resulta fácil que quienes reciben nuestro afecto lo comprendan o incluso lo acepten.
La mayoría de los padres llegan a "perder" dinero y aún el tiempo de calidad pretendiendo un futuro con mejores experiencias de vida para los hijos, pero estos aun siendo adultos no logran comprender la ausencia de los padres o albergan reproches por sentir que no recibieron lo suficiente en lo material. Con facilidad, nos podemos apresurar a pensar que esos hijos son malagradecidos, pero el motivo de que se comporten así puede ser mucho más complejo. Podemos ver pasar todos los años de nuestra vida y no llegar a conocer realmente a las personas con quiénes convivimos. Cada persona platicará acerca de sí misma, de eventos y emociones que otras personas no experimentaron o recuerdan de distinta manera, aunque se encontraran compartiendo el mismo espacio.
De igual manera ocurre con nuestra relación con Dios, donde nos encontramos que los creyentes experimentan su amor con distintas intensidades. Hay quienes se expresan con angustia, diciendo que no logran sentirle o que no les favorece,y como consecuencia concluyen que son su único soldado en pie o que les tiene abandonados, pero sabemos que nuestro Padre no es así (Isaías 41:10, Isaías 43:4). Por tanto, aunque conocer realmente a nuestros padres terrenales puede ser algo en ocasiones imposible y por ello pueden surgir quejas interiores, Dios como el Padre está abierto a que le conozcamos y busquemos en cada momento para que no haya queja, pues encontraremos respuesta a cada una de nuestras inquietudes.
Resulta sorprendente encontrarnos con que no pocos creyentes realmente se encuentran repitiendo el mismo tipo de patrón que cultivaron con sus padres terrenales. Es decir, si estuvieron ausentes, de la misma manera se relacionan con Dios de manera inconsciente. Esto no siempre ocurre así, pero el ser humano actúa y repite experiencias. Veamos el siguiente versículo:
Mateo 16:13 Dios Habla Hoy (DHH)
13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Piense por un momento: convivir con alguien durante bastante tiempo y, un día, le hagan una pregunta similar. Nos relacionamos con otras personas, pero ¿les conocemos? Cada discípulo, en su interior, guardaría una experiencia de vida distinta con Jesús, tal cual fue el caso de Judas Iscariote, que aunque no conocemos su opinión, sí conocemos sus acciones (Mateo 26:14-16).
El creyente de todos los tiempos, dependiendo de la relación que lleva con Dios, verá sus acciones encaminarse. Hay quien ha tenido poca oportunidad de conocer al Padre, quizá por no saber leer o porque nunca ha tenido acceso a una Biblia, lo cual, en nuestros tiempos, aún ocurre. Entonces, hará lo que esté en su entendimiento para vivir agradando a Dios (Romanos 1:19-20). Pero, ¿todos los que se hacen llamar creyentes actúan, al menos en lo mínimo, con temor de Dios? Quisiéramos que fuera así, pero no todos realmente le conocen (Mateo 7:23). De allí que no podemos responsabilizar a un pastor o a una iglesia de negligencia o malas prácticas cuando nosotros no estamos buscando responder a la pregunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. Queremos hacer énfasis en que nadie puede responder a esto en su lugar, y si bien usted acude a la congregación para ser enseñado, también lo hace para no ser engañado (1 Corintios 6:9-10). La forma en que se relacione con Dios y cómo le conozca es su propia responsabilidad.
1 Corintios 3:11 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
La mayoría de los padres llegan a "perder" dinero y aún el tiempo de calidad pretendiendo un futuro con mejores experiencias de vida para los hijos, pero estos aun siendo adultos no logran comprender la ausencia de los padres o albergan reproches por sentir que no recibieron lo suficiente en lo material. Con facilidad, nos podemos apresurar a pensar que esos hijos son malagradecidos, pero el motivo de que se comporten así puede ser mucho más complejo. Podemos ver pasar todos los años de nuestra vida y no llegar a conocer realmente a las personas con quiénes convivimos. Cada persona platicará acerca de sí misma, de eventos y emociones que otras personas no experimentaron o recuerdan de distinta manera, aunque se encontraran compartiendo el mismo espacio.
De igual manera ocurre con nuestra relación con Dios, donde nos encontramos que los creyentes experimentan su amor con distintas intensidades. Hay quienes se expresan con angustia, diciendo que no logran sentirle o que no les favorece,y como consecuencia concluyen que son su único soldado en pie o que les tiene abandonados, pero sabemos que nuestro Padre no es así (Isaías 41:10, Isaías 43:4). Por tanto, aunque conocer realmente a nuestros padres terrenales puede ser algo en ocasiones imposible y por ello pueden surgir quejas interiores, Dios como el Padre está abierto a que le conozcamos y busquemos en cada momento para que no haya queja, pues encontraremos respuesta a cada una de nuestras inquietudes.
Resulta sorprendente encontrarnos con que no pocos creyentes realmente se encuentran repitiendo el mismo tipo de patrón que cultivaron con sus padres terrenales. Es decir, si estuvieron ausentes, de la misma manera se relacionan con Dios de manera inconsciente. Esto no siempre ocurre así, pero el ser humano actúa y repite experiencias. Veamos el siguiente versículo:
Mateo 16:13 Dios Habla Hoy (DHH)
13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Piense por un momento: convivir con alguien durante bastante tiempo y, un día, le hagan una pregunta similar. Nos relacionamos con otras personas, pero ¿les conocemos? Cada discípulo, en su interior, guardaría una experiencia de vida distinta con Jesús, tal cual fue el caso de Judas Iscariote, que aunque no conocemos su opinión, sí conocemos sus acciones (Mateo 26:14-16).
El creyente de todos los tiempos, dependiendo de la relación que lleva con Dios, verá sus acciones encaminarse. Hay quien ha tenido poca oportunidad de conocer al Padre, quizá por no saber leer o porque nunca ha tenido acceso a una Biblia, lo cual, en nuestros tiempos, aún ocurre. Entonces, hará lo que esté en su entendimiento para vivir agradando a Dios (Romanos 1:19-20). Pero, ¿todos los que se hacen llamar creyentes actúan, al menos en lo mínimo, con temor de Dios? Quisiéramos que fuera así, pero no todos realmente le conocen (Mateo 7:23). De allí que no podemos responsabilizar a un pastor o a una iglesia de negligencia o malas prácticas cuando nosotros no estamos buscando responder a la pregunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. Queremos hacer énfasis en que nadie puede responder a esto en su lugar, y si bien usted acude a la congregación para ser enseñado, también lo hace para no ser engañado (1 Corintios 6:9-10). La forma en que se relacione con Dios y cómo le conozca es su propia responsabilidad.
1 Corintios 3:11 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
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