No todos los que dicen: “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, notas predicación

domingo, 20 de septiembre de 2020


Siendo la biblia el libro más impreso y distribuido en la historia de la humanidad, uno esperaría que fuera el más leído. ¿Usted qué cree? ¿Será que cada biblia vendida ha sido leída completa por al menos una persona? ¿O tal vez habrá gente que solamente lee un conjunto de versículos populares y por medio de ellos hace su interpretación de quién es Dios?
Nos referimos a esos versículos bonitos, positivos y esperanzadores; que dicen que Dios es todo amor, perdón y misericordia; que llegamos a usar para convencernos a nosotros mismos de que Dios es como un padre consentidor, que solo existe para andar tras nosotros recogiendo nuestro desorden, castigando a la gente que nos cae mal y cumpliendo nuestros caprichos. Pasajes que mucha gente recita para tranquilizarse a sí misma durante algún terror nocturno, accidente, desastre o, incluso, antes de cometer algún acto no ético. Y, ¿cómo no sentirse bien al leer que el Dios omnipotente nos cuida? Veamos un ejemplo:

Salmos 46:1-3 Traducción en lenguaje actual (TLA) 
Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas. Aunque tiemble la tierra y se hundan las montañas hasta el fondo del mar; aunque se levanten grandes olas y sacudan los cerros con violencia, ¡no tendremos miedo!

Cuando leemos este tipo de versículos nos sentimos reconfortados. Pero, alguna vez se ha preguntado usted ¿el Dios de quién?, ¿es Él mi Dios? o, ¿conozco yo a ese Dios? Si no lo conoce, se lo presento: Él es el Dios de Israel y sí, también puede ser el Dios de usted y mío, pero hace falta que nos demos a la tarea de conocerlo y construir una relación con Él.
Hemos escuchado e incluso repetido incontables veces “mi Dios” o “mi Padre” creyendo que lo es, y que somos merecedores de todos los beneficios que eso conlleva. Sin embargo, Dios no nos obliga a nada, ni a ser su pueblo o sus hijos. Se nos ha dado la libertad de elegir, y se nos han informado las consecuencias de ambas elecciones.
Aquí vemos que, para ser su pueblo, a Israel se le dijo:

Deuteronomio 28:9 Palabra de Dios para Todos (PDT) 
Si obedeces los mandamientos del SEÑOR tu Dios y si vives como él quiere que vivas, el SEÑOR te convertirá en su pueblo santo, como te lo prometió. 

Aquí nos queda claro que no toda la humanidad puede decirse “pueblo de Dios”. Al no cumplir la condición de esta promesa, no podemos seguir creyendo que todos los beneficios de ese pueblo (que no son pocos) nos deben ser dados. Si queremos que Dios nos trate como a su pueblo, nosotros necesitamos elegir tratarlo como nuestro Dios; es decir, obedecer sus mandamientos y vivir como Él quiere que vivamos.
También podemos encontrar que, para llegar a ser hijo de Dios, hay una condición: 

Juan 1:12 Nueva Traducción Viviente (NTV) 
pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.

Aunque todos fuimos creados por Dios, no todos somos sus hijos. Es solamente por medio de Jesucristo que podemos llegar a ser “adoptados” como hijos de Dios y comenzar a recibir las bendiciones reservadas solo para estos.
Además, una vez que usted es hijo de Dios, no quiere decir que todas las bendiciones existentes caen automáticamente sobre usted. Si usted es hijo de Dios, entonces espere que Dios se comporte con usted como haría un buen padre.
Imagine a un papá le dice a su hijo: “Quiero que comas todas tus verduras, termines la tarea y limpies tu cuarto. Si lo haces, te llevaré al parque”. Pero el hijo no cumple ninguna de las condiciones, ¿qué debe hace el padre? ¿Será un padre “bueno” si lo lleva al parque a pesar de haberlo desobedecido? ¿Beneficia al hijo un padre mentiroso que se contradice a sí mismo y no cumple sus promesas? 

Números 23:19 Nueva Traducción Viviente (NTV) 
Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente. Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir?

Dios es bueno y nos ama, pero también es fiel y justo. Él no puede mentir ni contradecirse, siempre cumple sus promesas. Es por ello que, cuando dice que podemos ser su pueblo o sus hijos, podemos estar seguros de que el cumplirá su parte y nos colmará de bendiciones. Pero solamente si nosotros cumplimos nuestra parte también. Así que la invitación de hoy es a que crea esos versículos que se encuentra en el día a día, teniendo en cuenta que, si quiere que sean una realidad en su vida, necesita buscar la condición y cumplirla. 

Mateo 7:21 La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH) 
No todos los que dicen: “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

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