Libertad en tiempos de encierro, notas predicación
domingo, 5 de julio de 2020

El ir al cine, salir a comer, visitar amigos o viajar, son actividaes cotidianas que mantienen nuestra atención en otras cosas y personas, evitando que nos observemos a nosotros mismos. Al encontrarnos encerrados en nuestras casas, somos forzados a ver las pasiones que hemos dejado dominarnos, la persona en quien nos hemos convertido. Surgen enemistades, pleitos, celos, irás o contiendas, y debemos preguntarnos si es la manera correcta de relacionarnos con familiares y amigos. Y tenemos que ser sinceros, el problema puede venir de con quien convivimos, o bien, de nosotros mismos.
Para el no creyente, la falta de dominio propio es medianamente una justificante en la que se pueden tratar de excusar. Pero de nosotros, los creyentes, el mundo exige un mayor compromiso y nos exige ser distintos.
Hasta ahora, la libertad física nos había permitido ignorar nuestra esclavitud interna. Por años habíamos estado en negación de nuestra esclavitud al pecado, cubriéndola con la apariencia de libertad física, creyendo que podemos hacer lo que queramos mientras no dañemos a nadie. Pero el daño es hacia nosotros cuando nos encontramos de frente con nosotros mismos y si acaso con Dios.
Juan 8:34 (RVR1960)
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
Llamamos "malos hábitos" a pecados que cometemos cotidianamente y así no tomamos la responsabilidad por desobedecer a Dios y acarrear consecuencias negativas hacia nuestras vidas. La realidad es que aún después de que Cristo nos liberó, nosotros decidimos esclavizarnos nuevamente a ideas, modas, caprichos y de allí seguimos escalando.
Gálatas 5:1 (RVR1960)
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Nos confrontamos con nuestra realidad no para aceptarla y seguir siendo la misma persona el resto de nuestras vidas, sino para cambiar todo lo que nos ha causado daño en la familia, las amistades y el trabajo, que es lo mismo que desagrada a Dios.
Es momento para romper con los patrones de conducta dañinos, creyéndole a Dios, para permitirle que nos limpie en cuerpo, mente y alma.
Romanos 6:22 (RVR1960)
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
En estos tiempos de encierro en casa, en vez de magnificar nuestros pecados y empeorar nuestras relaciones, necesitamos aumentar nuestra lucha por dar fruto digno de la vida eterna. Deberíamos mostrar que nuestra cortesía, responsabilidad, caridad y mejores atributos no están reservados para personas desconocidas o influyentes, que en realidad la persona que somos tanto dentro como fuera de casa es la misma, conforme a la voluntad de Dios.
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