El tema del día de hoy es acerca de la manera en que manejamos las prioridades, y para ello tenemos que comenzar definiendo el significado de esta palabra. Entendemos por "prioridad" todo aquello que determina nuestro comportamiento hacia la vida y la forma en que consumimos nuestro esfuerzo y empleamos el tiempo. Dependiendo de la etapa en que nos encontremos, ya sea de niño, joven, adulto o en edad avanzada, nuestros intereses pueden verse afectados, y esto es algo natural. ¿Qué retiene su atención de manera prioritaria en este momento? A manera de ejemplo, señalaremos algunas generalidades:

Todo lo anterior no implica que unos tengan una vida más fácil que otros, son ejemplos de lo que ocupa las cabezas de algunos. Sin embargo, nuestra energía y tiempo rinden de distinta forma en cada una de estas edades, y entra otro factor en juego: las responsabilidades. Los creyentes, en este último elemento, solemos insertar nuestra fe que decide lo que se hará primero y lo que vendrá después; pero se necesita tener cuidado de que no vaya acompañada de fanatismo. Veamos el siguiente versículo en dos versiones de la Biblia:

Romanos 10:2 Traducción en lenguaje actual (TLA)
2 Estoy seguro de que ellos tienen muchos deseos de servir a Dios, pero no saben cómo hacerlo.
 
Romanos 10:2 Dios Habla Hoy (DHH)
2 En su favor puedo decir que tienen un gran deseo de servir a Dios; sólo que ese deseo no está basado en el verdadero conocimiento.
 
La prioridad del creyente es servir según las necesidades de las personas. Así mismo, la iglesia necesita hacerlo antes de priorizar gastos en "maquillar" el templo o organizar espectáculos que no se dirigen al evangelismo. También podemos expresar lo anterior de la siguiente manera: hay verdaderos creyentes que, inmersos en el activismo de la iglesia, no sirven a las necesidades de las personas, pero están en una estrecha relación "política" con la iglesia o su pastor. Algunas iglesias de la actualidad ya no priorizan el evangelismo, pero sí las relaciones sociales.

En cada una de las etapas que debemos vivir, necesitamos aprender o ser enseñados a priorizar a Dios de manera congruente. Así como a un niño no lo mandas a trabajar, pero tiene sus responsabilidades escolares, tampoco lo mandarás a predicar hasta que se desarrolle y haya finalizado otras etapas. Quizá la forma más fácil de entender si estamos dando la prioridad correcta a Dios en nuestras vidas es evidenciando la forma en que llevamos la oración personal. Recordemos que todo aquello que decimos que nos apasiona suele ser lo que le damos nuestro esfuerzo y tiempo.