¡Vengan y aclaremos las cuentas!, notas predicación
domingo, 18 de abril de 2021
Algunas personas en ocasiones experimentan remordimientos por los recuerdos de experiencias de la vida y la toma de decisiones que hicieron de manera descuidada. Entre ellos están quienes viven pesando en el pasado e incapacitados de lograr cambios en el presente, quizá atados por sentimientos de culpa. Estas son las preguntas que en secreto se hacen a sí mismos:
Marcos 16:1 Nueva Traducción Viviente (NTV)
El sábado al atardecer, cuando terminó el día de descanso, María Magdalena, Salomé y María, la madre de Santiago, fueron a comprar especias para el entierro, a fin de ungir el cuerpo de Jesús.
Empecemos con las mujeres que visitaron la tumba vacía. Hemos hablado ya del temor o los miedos que experimentaron, pero la incredulidad es un aspecto aún por explorar. Tenemos a tres mujeres preparándose para ungir un cadáver como último acto de amor y despedida para Jesús. En su incredulidad, ellas no esperaban su resurrección aunque Jesús ya la había anunciado. Si bien muchos milagros le vieron hacer en vida, y lo escucharon hablar de distintos misterios del reino de Dios, todas esas palabras y acciones quedaron en el olvido ante la cruxificción, lo cual no es poca cosa.
Por un momento pensemos en la escena que ellas contemplaron del cuerpo destrozado de Jesús siendo bajado de la cruz y llevado al sepulcro. Es difícil aun para nosotros hoy en día pensar cómo sería posible que un cuerpo tan fuertemente herido y traspasado por una lanza pudiera volver a la vida.
La incredulidad ante las promesas que encontramos por parte de Dios es una fuente inagotable de preocupaciones. Ante las palabras de Jesús acerca de su resurrección, tanto los discípulos como ellas, deberían solo esperar a que se cumplieran, no había razón para preocuparse y todo temor debía ser remplazado por la fe en sus promesas. Veamos el siguiente versículo:
Marcos 16:3 Nueva Traducción Viviente (NTV)
En el camino, se preguntaban unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada de la tumba?»
Como podemos observar ellas tenían una preocupación aparentemente muy válida. Y, así mismo, nosotros tenemos en lo cotidiano preocupaciones que aparentan ser una piedra enorme, que sentimos no podremos mover y pueden llevarnos a considerar a Jesús como alguien muerto que no podrá resucitar y menos mover la piedra. Actualmente, nos encontramos personas que en su incredulidad acuden a prácticas como la brujería, porque no consideran a Dios como el “Dios vivo” que puede ayudarles (y, en el peor de los casos, están conscientes que sus causas no son justas).
Marcos 16:7 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro, que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo antes de morir».
En aquella ocasión Dios mando un ángel para ayudar a estas tres mujeres a tener entendimiento de lo que estaba ocurriendo. Pero ni en la vida cotidiana, ni aun en la descrita en la biblia, es algo común encontrar ángeles acudiendo en nuestro auxilio. Por lo que no deberíamos esperar de su ayuda constante, esto fue un acto de la voluntad de Dios. Leemos en el pasado versículo “Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro” ¿Por qué el ángel menciona a Pedro por separado, acaso no era también discípulo?
En el capítulo catorce de Marcos, a partir del versículo veintiséis, se anuncian las tres ocasiones en que Pedro negaría a Jesús. Veamos el siguiente versículo:
Marcos 14:31 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Hay cosas que ocurren en nuestra vida que no creemos seremos capaces de hacer. Desconocemos mucho de nosotros mismos, mas Dios lo sabe todo. En ese momento Pedro era incrédulo, junto con los demás discípulos, de llegar a traicionar la confianza que Jesús tenía en ellos. Nosotros humanamente llegamos en ocasiones a hacer promesas y esperamos en Dios que no seamos probados para cumplirlas. Sin embargo, hay quienes las hacen sin meditar en la profundidad de sus palabras, y fácilmente incluso prometen en nombre de Dios dejar algún vicio o comportamiento dañino, que cada semana acuden arrepentidos a las iglesias a repetir su voto, confiando en que en esta ocasión sí cumplirán.
Estoy seguro que todos los discípulos estaban convencidos de jamás negar a Jesús, pero cuando llegó el momento de caminar a la cruz, ellos olvidaron su palabra. En tiempos de tranquilidad, es fácil poner nuestra confianza en Dios pero cuando la situación cambia en nuestras vidas, nos resulta conveniente voltear a otro lado. El corazón del hombre es así (Jeremías 17: 5).
Por tanto, alguien tenía que ir a buscar a Pedro y decirle que aún seguía siendo discípulo, aunque no pudo cumplir su palabra. Seguramente se encontraba después de los acontecimientos haciendo memoria de lo vivido durante esos años y aunque vio cumplida la profecía que le hizo Jesús de negarle antes del cantar del gallo (Marcos 16: 30, Marcos 16: 72) no recordó o no pudo creer la profecía de la resurrección de su señor (Marcos 16: 28).
Nuestros fallos del pasado no tienen que ser para toda la vida. Pedro siguió a Jesús después de su arresto, quizá esforzándose por cumplir su palabra. A cada paso que daba y mientras la noche transcurría, él perdía cada vez más la voluntad, y al final no pudo mantenerse fiel a no negarle. Su fracaso debió sumirlo en una profunda depresión y desesperación. Todo se acabó para él. Pero Jesús esperaba que Pedro, el hablador, regresara para ser transformado. Dios no se olvida de nosotros aun en nuestros fracasos.
No nos quedemos encadenados a un sentimiento de culpa pero tampoco permanezcamos en el autoengaño, fingiendo que no hicimos nada mal. Dios nos llama a la confesión y arrepentimiento de nuestros pecados. Es decir, a aceptar que lo hemos defraudado, pedirle perdón y decidir cambiar nuestro comportamiento. Y, a partir de esto, necesitamos seguir avanzando en la vida, conscientes de nuestros errores para no volver a cometerlos, pero con plena confianza de que ya hemos sido perdonados. Apelemos a la misericordia de nuestro Señor, pongámonos hoy a cuentas con Él, y volvamos a empezar.
Isaías 1:18 Nueva Biblia Viva (NBV)
¡Vengan y aclaremos las cuentas! —dice el Señor—, por profunda que sea la mancha de sus pecados, yo puedo quitarla y dejarlos tan limpios como la nieve recién caída. ¡Aunque sus manchas sean rojas como el carmesí, yo puedo volverlas blancas como la lana!
- ¿En qué he fallado?
- ¿Podría haber tomado una mejor decisión?
- ¿Seré perdonado?
- Solo importa el ahora.
- La vida es corta y no hay que preocuparse.
- “Lo bailado quién me lo quita”
Marcos 16:1 Nueva Traducción Viviente (NTV)
El sábado al atardecer, cuando terminó el día de descanso, María Magdalena, Salomé y María, la madre de Santiago, fueron a comprar especias para el entierro, a fin de ungir el cuerpo de Jesús.
Empecemos con las mujeres que visitaron la tumba vacía. Hemos hablado ya del temor o los miedos que experimentaron, pero la incredulidad es un aspecto aún por explorar. Tenemos a tres mujeres preparándose para ungir un cadáver como último acto de amor y despedida para Jesús. En su incredulidad, ellas no esperaban su resurrección aunque Jesús ya la había anunciado. Si bien muchos milagros le vieron hacer en vida, y lo escucharon hablar de distintos misterios del reino de Dios, todas esas palabras y acciones quedaron en el olvido ante la cruxificción, lo cual no es poca cosa.
Por un momento pensemos en la escena que ellas contemplaron del cuerpo destrozado de Jesús siendo bajado de la cruz y llevado al sepulcro. Es difícil aun para nosotros hoy en día pensar cómo sería posible que un cuerpo tan fuertemente herido y traspasado por una lanza pudiera volver a la vida.
La incredulidad ante las promesas que encontramos por parte de Dios es una fuente inagotable de preocupaciones. Ante las palabras de Jesús acerca de su resurrección, tanto los discípulos como ellas, deberían solo esperar a que se cumplieran, no había razón para preocuparse y todo temor debía ser remplazado por la fe en sus promesas. Veamos el siguiente versículo:
Marcos 16:3 Nueva Traducción Viviente (NTV)
En el camino, se preguntaban unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada de la tumba?»
Como podemos observar ellas tenían una preocupación aparentemente muy válida. Y, así mismo, nosotros tenemos en lo cotidiano preocupaciones que aparentan ser una piedra enorme, que sentimos no podremos mover y pueden llevarnos a considerar a Jesús como alguien muerto que no podrá resucitar y menos mover la piedra. Actualmente, nos encontramos personas que en su incredulidad acuden a prácticas como la brujería, porque no consideran a Dios como el “Dios vivo” que puede ayudarles (y, en el peor de los casos, están conscientes que sus causas no son justas).
- La incredulidad da lugar en ocasiones a una resignación no justificada. Es mas fácil ir con la bruja a que te haga el “hechizo” o “invocación” que doblar las rodillas ante Dios por varios días y ponerse a pedirle que se haga su voluntad ante nuestra necesidad.
Marcos 16:7 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro, que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo antes de morir».
En aquella ocasión Dios mando un ángel para ayudar a estas tres mujeres a tener entendimiento de lo que estaba ocurriendo. Pero ni en la vida cotidiana, ni aun en la descrita en la biblia, es algo común encontrar ángeles acudiendo en nuestro auxilio. Por lo que no deberíamos esperar de su ayuda constante, esto fue un acto de la voluntad de Dios. Leemos en el pasado versículo “Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro” ¿Por qué el ángel menciona a Pedro por separado, acaso no era también discípulo?
En el capítulo catorce de Marcos, a partir del versículo veintiséis, se anuncian las tres ocasiones en que Pedro negaría a Jesús. Veamos el siguiente versículo:
Marcos 14:31 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Hay cosas que ocurren en nuestra vida que no creemos seremos capaces de hacer. Desconocemos mucho de nosotros mismos, mas Dios lo sabe todo. En ese momento Pedro era incrédulo, junto con los demás discípulos, de llegar a traicionar la confianza que Jesús tenía en ellos. Nosotros humanamente llegamos en ocasiones a hacer promesas y esperamos en Dios que no seamos probados para cumplirlas. Sin embargo, hay quienes las hacen sin meditar en la profundidad de sus palabras, y fácilmente incluso prometen en nombre de Dios dejar algún vicio o comportamiento dañino, que cada semana acuden arrepentidos a las iglesias a repetir su voto, confiando en que en esta ocasión sí cumplirán.
Estoy seguro que todos los discípulos estaban convencidos de jamás negar a Jesús, pero cuando llegó el momento de caminar a la cruz, ellos olvidaron su palabra. En tiempos de tranquilidad, es fácil poner nuestra confianza en Dios pero cuando la situación cambia en nuestras vidas, nos resulta conveniente voltear a otro lado. El corazón del hombre es así (Jeremías 17: 5).
Por tanto, alguien tenía que ir a buscar a Pedro y decirle que aún seguía siendo discípulo, aunque no pudo cumplir su palabra. Seguramente se encontraba después de los acontecimientos haciendo memoria de lo vivido durante esos años y aunque vio cumplida la profecía que le hizo Jesús de negarle antes del cantar del gallo (Marcos 16: 30, Marcos 16: 72) no recordó o no pudo creer la profecía de la resurrección de su señor (Marcos 16: 28).
Nuestros fallos del pasado no tienen que ser para toda la vida. Pedro siguió a Jesús después de su arresto, quizá esforzándose por cumplir su palabra. A cada paso que daba y mientras la noche transcurría, él perdía cada vez más la voluntad, y al final no pudo mantenerse fiel a no negarle. Su fracaso debió sumirlo en una profunda depresión y desesperación. Todo se acabó para él. Pero Jesús esperaba que Pedro, el hablador, regresara para ser transformado. Dios no se olvida de nosotros aun en nuestros fracasos.
No nos quedemos encadenados a un sentimiento de culpa pero tampoco permanezcamos en el autoengaño, fingiendo que no hicimos nada mal. Dios nos llama a la confesión y arrepentimiento de nuestros pecados. Es decir, a aceptar que lo hemos defraudado, pedirle perdón y decidir cambiar nuestro comportamiento. Y, a partir de esto, necesitamos seguir avanzando en la vida, conscientes de nuestros errores para no volver a cometerlos, pero con plena confianza de que ya hemos sido perdonados. Apelemos a la misericordia de nuestro Señor, pongámonos hoy a cuentas con Él, y volvamos a empezar.
Isaías 1:18 Nueva Biblia Viva (NBV)
¡Vengan y aclaremos las cuentas! —dice el Señor—, por profunda que sea la mancha de sus pecados, yo puedo quitarla y dejarlos tan limpios como la nieve recién caída. ¡Aunque sus manchas sean rojas como el carmesí, yo puedo volverlas blancas como la lana!
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