La importancia de ser instruidos, notas predicación

domingo, 14 de junio de 2020


El poder de las costumbres, de los hábitos nos vuelve seres insensibles a las cosas que realmente pueden ser importantes. Desde el hecho de  levantarnos cada mañana de la cama por el ruido del despertador, nos hace olvidar de los tiempos de antaño de observar el salir del sol, o esperar a que anochezca para ir a dormir. Por supuesto que no somos gallos para comportarnos igual. Pero los tiempos cambian y las costumbres también. Hoy es común andar en carro y no sorprendernos, sino dar por hecho la tecnología que lo mueve. A diferencia de la gente de pueblo que llega a ver un avión despegar por primera vez y abre la boca grandemente en asombro y sorpresa como un niño, nosotros lo vemos como cotidiano. Entre mas pasa el tiempo, todo lo que practicamos pierde el encanto y nosotros la capacidad de apreciar lo que llegamos a considerar común. Así mismo ocurre con el pecado, su constante práctica nos insensibiliza a este, llevándonos a olvidar que desagrada a Dios. Leamos el siguiente versículo … 

Isaías 1:13 Palabra de Dios para Todos (PDT)
No me traigan más ofrendas inútiles.
    Su incienso me desagrada.
Ya no aguanto sus reuniones de Luna nueva,
    los días de descanso y las demás fiestas religiosas mientras practican el pecado.

Para quienes realmente han guardado la cuarentena y se han quedado en sus casas resguardados, seguro que en ocasiones anhelan poder ir nuevamente al mercado, plaza, parques o incluso al trabajo. Entre el pueblo de Dios también están los que anhelan regresar al edificio de la iglesia. Pero si nos tomamos un tiempo y meditamos en para qué íbamos a la iglesia, nos podemos dar cuenta que en ocasiones la fuerza de la costumbre es la que nos movía a guardar ese tiempo. Piense en las ocasiones que observaba a alguien estarse durmiendo no por cansancio, gente que atendía con más atención sus redes sociales que a la predicación, niños que los padres no cuidan, corrían y gritaban sin control. Pero más profundo aún es saber que muchos de los que asisten están en profundo pecado pero solo guardan la costumbre de congregarse por religión.
Cuando acudimos a la iglesia, es a ser confrontados por la palabra de Dios y salir transformados, no por el templo, la gente o los cantos. 
Si bien a Dios le puede agradar lo que conocemos como "ofrenda", esta no le agrada cuando viene de gente que practica lo malo y pretenden lavar sus culpas a manera de justificar la vida que tienen como resultado de ayudar al necesitado.
El incienso según la tradición más general cristiana representa adoración y alabanza, pero de la misma manera que el punto anterior, a Dios no le puede agradar que alguien se lo ofrezca si practica lo malo, quizá en lo espiritual, cuando no es encendido por las manos correctas, este olor pueda ser similar a olor de alcantarilla.
Cuando la gente se congrega también pueden estar practicado algo malo cuando por ejemplo:

2 Timoteo 4:4 Palabra de Dios para Todos (PDT)
La gente dejará de escuchar la verdad y comenzará a dejarse guiar por historias falsas.

Acudir a la predicación sin tener entendimiento de lo que se habla es algo que definitivamente desagrada a Dios. Entonces, piense también qué tan desagradable resulta que el que predica con “historias falsas” lo haga con la intención de alejar a la gente de la verdad y justificar sus propias acciones.
La responsabilidad de entender la palabra de Dios viene de nosotros revelada por el Espíritu Santo. Por tanto, necesitamos capacitarnos en la interpretación de las escrituras. Y esto es algo progresivo, no solo se trata de escoger una buena edición de la biblia, sino también de un buen instructor y, al final, ser buenos alumnos que busquen descubrir de manera personal lo práctico, lo fundamental y lo preciso que nos llevará a ser hombres de bien que agraden a Dios y no tan solo hombres de costumbres.


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