El tema del día de hoy es acerca del sentido de la vida. Quizá tú, como yo, en algún momento te has puesto a meditar en seguir algo único. Pero también has sopesado el costo de abandonar la seguridad, la comodidad o mucho de lo que has considerado que te hace ser tú. ¿Qué podría ser tan significativo como para dejarlo todo? ¿Hay algo esperando por ti en un futuro?

Nuestra sociedad está formada entre tantas cosas por el conformismo. Quizá a muchos de nosotros nos atrae la idea de vivir una vida cómoda, y una vez que nos situamos en esto, el resultado que le sigue es que no nos permite movernos a algo mejor por temor a perder lo obtenido. Con las riquezas ocurre de manera similar: quien las obtiene puede vivir en temor constante de perderlo todo, y esto lo ancla a no poder tomar decisiones más intrépidas como cuando no tenía nada.

Las relaciones personales, para algunos, implican el no poder ir o venir libremente por las responsabilidades y consecuencias que derivan de dependientes de su persona (familia, hijos, mascotas). Todo lo anterior puede generar un conflicto interno que, al final, se reduce a una balanza que definirá qué es lo que pierdes o puedes ganar.

Seguramente alguna vez has escuchado que alguien para poder realizarse en la vida entre las cosas que más les han dolido sacrificar menciona el tiempo con la familia o la seguridad que proviene de que la mayoría respalde tus decisiones. ¿Será que también por momentos meditas en lo anterior y te pones a pensar si convendría estar haciendo algo distinto?

Lo anterior también lo llegan a experimentar algunos creyentes, y existen muchos testimonios de vida que hablan de los sacrificios realizados para poder entregarse a Dios. No estamos hablando de un pastor, un apóstol (de la Biblia), mártir o misionero. La gente de a pie que acude a una congregación tiene sus propios conflictos, situaciones que se oponen a su deseo de entregarse a Dios. No todos los que acuden al templo vienen a calentar la butaca; algunos realmente están convencidos de que tienen un asunto personal con Dios.

¿Qué es lo que te ha detenido para entregarte a su voluntad? ¿Qué perderías y estás convencido de no volver a añorar? Veamos el siguiente versículo:

El versículo anterior nos habla acerca de cómo Dios responde a quien da al necesitado. Es decir, que está preparado para bendecir a quienes son de bendición. Lo cual no necesariamente implica que vacíes tus bolsillos para alimentar al necesitado, pero sí comprender que Dios no se guarda nada para sí cuando la humanidad está en necesidad (siempre). Dios usará a alguien para vaciar su bodega. Hay muchas maneras en las que Él te desea bendecir, pero antes tendrás que vencer:

Si logras lidiar y sobreponerte a lo anterior, entonces lograrás encontrar sentido a la vida en cada paso, porque iniciarás un crecimiento que no se detendrá hasta que te encuentres cara a cara con Dios. Encontrar sentido a la vida no se trata de hacer lo que nuestros deseos nos impulsen, sino de encontrar la paz que proviene de hacer la voluntad de Dios. Veamos el siguiente versículo:

Algunos, pretendiendo hallar sentido a la vida, no logran desprenderse de recuerdos del pasado, cosas que practicaban. Lo mismo pasa con algunos creyentes que extrañan malas prácticas, pero que les generaban una falsa identidad y felicidad. Si no entiendes de qué hablo, presta atención cuando escuches testimonios de vida; observa si hay orgullo, gozo, o se denota que extrañan viejas prácticas.

El sentido de la vida no se encuentra en aparentar éxito o en las comodidades que podamos acumular. En realidad, requiere que tomemos decisiones complicadas que nos llevan a renunciar a algunas cosas que dábamos por seguras y a lidiar con miedos. El conflicto entre lo que éramos ayer y lo que hoy nos llama Dios a ser es real.

La vida toma sentido cuando estamos dispuestos a dejar de lado lo inmediato a cambio de las cosas eternas. No es lo que conseguimos para nosotros, sino cómo Dios trabaja a través de nosotros.